La macrooperación conjunta entre Mossos d’Esquadra, Guardia Civil y Policía Nacional destapa un entramado de chiringuitos financieros que operaban con total impunidad desde el corazón de Cataluña.
Ofrecían inversiones en criptomonedas y acciones de empresas “de prestigio”, pero todo era humo. Los estafadores montaron una estructura que simulaba ser una empresa de inversión legal, con publicidad en redes sociales, centralitas telefónicas, plataformas falsas y decenas de supuestos asesores.
Una vez que la víctima mostraba interés, iniciaban un proceso meticuloso de persuasión emocional y manipulación técnica.
El objetivo: que transfiriera dinero a cuentas extranjeras controladas por la organización. Algunas víctimas comenzaban con pequeñas cantidades de 200 o 300 euros y terminaban perdiendo cientos de miles. Según fuentes policiales, una de ellas fue engañada durante dos años, hasta acumular pérdidas por más de 700.000 euros.
Este caso se suma a la larga lista de afectados por una red de fraudes telefónicos donde se combinan técnicas de ingeniería social, plataformas simuladas y falsas promesas de rentabilidad inmediata.

Más de 300 denuncias y 21 detenidos
El operativo culminó con 21 detenciones: 17 en Barcelona, 2 en Madrid, 1 en Mallorca y otra en Alicante. Tres de los detenidos han ingresado ya en prisión provisional. Entre los efectos incautados: siete vehículos de lujo, un arma de fuego, más de 1,3 millones de euros en efectivo, billeteras de criptomonedas con fondos superiores a los 300.000 euros y equipos informáticos de alta gama.
Esta estructura delictiva tenía un nivel de organización comparable al de empresas internacionales o estafas piramidales. Incluso contaban con un botón del pánico para apagar todos los sistemas en caso de redada.
Call centers físicos en territorio español
A diferencia de otros fraudes operados desde Asia o Europa del Este, esta red funcionaba desde locales alquilados en Cataluña. Allí montaban auténticos call centers con trabajadores reales, encargados de captar, fidelizar y, finalmente, exprimir económicamente a las víctimas. Renovaban los locales cada tres o cuatro meses para dificultar la localización.
Manipulación emocional, control remoto y plataformas falsas
Los estafadores no solo manipulaban datos, también manipulaban emociones. Establecían vínculos con las víctimas, ganándose su confianza. Instalaban software de control remoto en sus ordenadores para acceder a sus cuentas y mostraban gráficos falsos de ganancias para convencerlos de invertir más.
Cuando una víctima intentaba retirar su dinero, reaparecían con otra identidad comercial y le exigían nuevas aportaciones para “liberar” los fondos, cerrando así el círculo de la estafa.
Un fraude de alto nivel que exige justicia
La operación ha sido calificada por los investigadores como una de las más complejas de los últimos años. No solo por el volumen estafado (más de 10 millones de euros), sino por la infraestructura, el nivel de profesionalización y la extensión territorial del fraude.
El mensaje es claro: las redes de fraude digital en España ya no se esconden tras fronteras. Operan desde dentro, se disfrazan de legalidad y atacan sin piedad a cualquier ciudadano desprevenido.